sábado, 3 de enero de 2015

CHARLES CITY



                En Charles City, viven mis abuelos espirituales. Los que me presentaron ante Dios cuando era un bebé, los que me casaron y los que, a pesar de la distancia, siempre han estado ahí. Y ahora nos han dado cobijo y hogar. Son una pareja cuya edad solo puede ser clasificada en “eternos”, pues su espíritu permanece joven independientemente del tiempo que pase.
                Aquí los niños y yo nos hemos sentido en familia. Cada dia temprano, les daba el desayuno a los niños, huevos pasados por agua con soldaditos de pan, y tras ponerles unos dibujitos, me escapaba al río, que está a dos minutos andando. Este trocito de mundo se convirtió en uno de mis paraísos preferidos. Cada vez que bajaba y veía el brillo del alba en el agua y su tranquilidad me sentía en paz con todo, conmigo, con la vida. Un día incluso pude ver a una familia de ciervos acercarse a beber al rio… mi corazón pegó un salto de pura felicidad! Además era el único sitio donde tenía cobertura n_n


                Después regresaba y vestía a los niños para irnos. Algunos días Vicki nos llevaba a la piscina y a hacer turismo. Nos llevó a ver una tienda que se llama Yankee Candle y parecía sacada de una película. Estaba toda adornada para navidad, parecía un pueblito mágico. Un rincón estaba todo decorado como si fuera la plaza de un pueblo de noche, y cada 15 minutos nevaba! Cada media hora, el reloj de la plaza se abría y salían a cantar unos autómatas en forma de animales.
                Otro día fuimos a Jamestown, que es una isla donde los primeros colonos ingleses llegaron a Virginia y donde ocurrió la verdadera historia de Pocahontas y Will Smith. Tienen un museo muy bonito donde se explican las penurias que vivieron los colonos en los primeros años de la colonización y también como fueron sus relaciones con los indígenas.
                Los niños pudieron ver esqueletos de la época, armas y objetos cotidianos de los colonos e indígenas y también caminar donde estuvo el primer fuerte. Todo esto enmarcado por el precioso río James.



                Tras ver el museo, nos llevaron en ferry y a Elías le encantó. No paraba de ir arriba y abajo observando todo el barco. Fue divertidísimo.



                Otros días nos dedicamos a hacer pilas de hojas y jugar a saltar encima. Hicimos algún que otro picnic en el río, cuando el tiempo lo permitía, y buscamos conchas y semillas para construir nuestro propio belén. Después con cola nos pusimos creativos y lo montamos. Elías y Daniel disfrutaron con la pistola de cola e hicieron sus propias creaciones.


                Me siento muy agradecida por Bob y Vicki y por haber tenido la oportunidad de que conocieran a mis hijos. No olvido que una de las razones de este viaje es darles a mis hijos mi legado más importante; las personas que amo.

                

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