CHARLES CITY
En
Charles City, viven mis abuelos espirituales. Los que me presentaron ante Dios
cuando era un bebé, los que me casaron y los que, a pesar de la distancia,
siempre han estado ahí. Y ahora nos han dado cobijo y hogar. Son una pareja
cuya edad solo puede ser clasificada en “eternos”, pues su espíritu permanece
joven independientemente del tiempo que pase.
Aquí
los niños y yo nos hemos sentido en familia. Cada dia temprano, les daba el
desayuno a los niños, huevos pasados por agua con soldaditos de pan, y tras
ponerles unos dibujitos, me escapaba al río, que está a dos minutos andando.
Este trocito de mundo se convirtió en uno de mis paraísos preferidos. Cada vez
que bajaba y veía el brillo del alba en el agua y su tranquilidad me sentía en paz
con todo, conmigo, con la vida. Un día incluso pude ver a una familia de
ciervos acercarse a beber al rio… mi corazón pegó un salto de pura felicidad!
Además era el único sitio donde tenía cobertura n_n
Después
regresaba y vestía a los niños para irnos. Algunos días Vicki nos llevaba a la
piscina y a hacer turismo. Nos llevó a ver una tienda que se llama Yankee
Candle y parecía sacada de una película. Estaba toda adornada para navidad,
parecía un pueblito mágico. Un rincón estaba todo decorado como si fuera la
plaza de un pueblo de noche, y cada 15 minutos nevaba! Cada media hora, el
reloj de la plaza se abría y salían a cantar unos autómatas en forma de
animales.
Otro
día fuimos a Jamestown, que es una isla donde los primeros colonos ingleses
llegaron a Virginia y donde ocurrió la verdadera historia de Pocahontas y Will
Smith. Tienen un museo muy bonito donde se explican las penurias que vivieron
los colonos en los primeros años de la colonización y también como fueron sus
relaciones con los indígenas.
Los
niños pudieron ver esqueletos de la época, armas y objetos cotidianos de los
colonos e indígenas y también caminar donde estuvo el primer fuerte. Todo esto
enmarcado por el precioso río James.
Tras
ver el museo, nos llevaron en ferry y a Elías le encantó. No paraba de ir
arriba y abajo observando todo el barco. Fue divertidísimo.
Otros
días nos dedicamos a hacer pilas de hojas y jugar a saltar encima. Hicimos
algún que otro picnic en el río, cuando el tiempo lo permitía, y buscamos
conchas y semillas para construir nuestro propio belén. Después con cola nos
pusimos creativos y lo montamos. Elías y Daniel disfrutaron con la pistola de
cola e hicieron sus propias creaciones.
Me
siento muy agradecida por Bob y Vicki y por haber tenido la oportunidad de que
conocieran a mis hijos. No olvido que una de las razones de este viaje es
darles a mis hijos mi legado más importante; las personas que amo.









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